En la isla de Tenerife existe una gran variedad de suelos, ocasionados por la compleja formación y evolución geológica de la Isla, unido a las características orográficas y a los diferentes ambientes bioclimáticos, factor muy relacionado con la altitud y la exposición. Las diferentes características aportan unas determinadas condiciones que hacen que el suelo tenga un mayor grado de evolución. Por ejemplo, los suelos de las zonas expuestas al sur presentan un menor grado de desarrollo, ya que las zonas del norte están afectadas por los vientos alisios, que aportan una gran humedad, lo que hace que evolucione más el suelo.
Se han hecho diferentes clasificaciones de los tipos de suelo teniendo en cuenta diversos puntos de vista. Una de las más utilizadas es la realizada en función de la capacidad de uso del suelo, muy interesante desde el punto de vista agrícola, ya que indica las zonas más aptas para los cultivos, así como sus limitaciones y los riesgos de erosión que implica. Según esta clasificación, los suelos se dividen en:
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Suelos de capacidad de uso elevada: Son aptos para cualquier actividad, incluida la explotación agrícola moderadamente intensiva. La mayoría de estos suelos son sorribas, es decir, suelos traídos desde otras partes de la Isla. El principal problema es que, desde el punto de vista orográfico, las zonas más aptas para el cultivo muchas veces son zonas cubiertas por lavas de las erupciones más recientes. Se trata de zonas llanas, pero formadas por materiales demasiado recientes, donde la erosión no ha podido aún formar suelo sobre la roca. Por ello, se transporta tierra desde zonas menos aptas para el cultivo, donde el suelo es apto para este uso.
Suelos de capacidad de uso mediana: Pueden soportar usos poco intensivos, debido a que presentan un elevado riesgo de erosión. Se encuentran sobre materiales volcánicos recientes.
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Suelo de capacidad de uso elevada en Icod. (AIV) |
Suelos con baja capacidad de uso: Son suelos que, por estar situados en áreas de elevada pendiente, no son recomendables para el uso agrícola ni para usos que conlleven movimientos de tierra.
Suelos con muy baja capacidad de uso: Suelos que, por encontrarse sobre coladas recientes, no son recomendables para casi ninguna actividad.
Debido a la altitud de la Isla, también resulta interesante la clasificación según la altitud, que divide a los suelos en:
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Suelos de las zonas bajas: son poco profundos, pedregosos, ricos en minerales y con alto riesgo de erosión, debido a que son zonas con poca vegetación. Suelen ser zonas a las que se han traído sorbías, ya que, al ser llanas, son aptas para el cultivo pero que necesitan de tierra.
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Suelos poco profundos y pedregosos de las zonas bajas de la Isla. (DM) |
Suelos de zonas de medianías: Según la orientación, son más o menos desarrollados. Así, en las laderas orientadas al norte, la humedad aportada por los vientos alisios ha hecho que se desarrollen más que los de las laderas del norte, por lo que resultan más aptos para el cultivo. Por otro lado, en las zonas del sur, debido a que la cobertera vegetal es menos frondosa, son suelos más fácilmente erosionables.
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Suelos de la zona alta: Son suelos que, debido a la gran cantidad de materia orgánica con la que cuentan, presentan una abundante masa forestal, por lo que están poco erosionados gracias a la protección que les ofrece la vegetación. Son de profundidad variable, dependiendo de las zonas y de la inclinación de las pendientes.
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Suelos de la zona superior a los 2.000m: Son suelos pedregosos, poco profundos y de textura arenosa. Estos factores, sumados a la climatología poco favorable, convierten a estas zonas en nulas para las actividades agrícolas y para muchas otras actividades humanas.
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