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  6. PERSPECTIVA NATURAL DEL TERRITORIO    
 
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Características generales de Flora y Vegetación

La flora canaria ha sido para visitantes y científicos tema de especial interés y de numerosas publicaciones, por su diversidad y riqueza. Esto es debido a las propias peculiaridades geológicas y climáticas de las Islas Canarias. Para entender la originalidad de la flora y vegetación de Canarias hay que tener en cuenta su condición de islas, por lo que las especies necesitan métodos de llegada y de colonización. También son territorios relativamente jóvenes desde el punto de vista de la historia natural. A partir de las primeras especies que llegaron al Archipiélago, se han ido desarrollando otras nuevas, en función de las características climáticas y el relieve donde se asientan, y también dependiendo del grado de intervención del hombre sobre el territorio.Todos estos factores han propiciado que en las Islas exista un alto grado de biodiversidad, tanto de especies como de hábitats, en función de las condiciones ambientales que se den.

En primer lugar, las islas son tierras donde han podido conservarse, desde tiempos remotos, debido a su aislamiento, géneros y especies vegetales que en otros puntos del planeta se encuentran fósiles, enterrados bajo capas geológicas ya antiguas. En segundo lugar, la sucesión de climas variados, a causa de bruscos contrastes en el relieve, generando numerosos microclimas, ha dado origen a diferentes estratos vegetales o a pequeños núcleos donde viven especies endémicas, o con carácter puramente local.

El relieve y el clima son los aspectos que marcan la peculiares características y distribución de la flora y la vegetación de las Islas. (MA Pereda Viña)

En el paisaje canario algunas especies se han convertido en símbolos publicitarios de las islas, como es el caso del drago o las strelitzias. Sin embargo, éstas últimas no son propias del Archipiélago. Por eso hay que distinguir entre especies autóctonas, especies endémicas y las especies que han sido introducidas por el hombre a partir del siglo XIV, cuando los europeos llegan a las islas.

La vegetación autóctona la forman las especies que son propias de Canarias, pero no necesariamente exclusivas del Archipiélago, puesto que por lo general, es compartida por toda la región Macaronésica (Azores, Madeira, Islas Salvajes, Canarias y Cabo Verde).

La flora endémica la forman especies que son exclusivas del Archipiélago o de algunas islas concretas, y por lo tanto no se dan en ningún otro lugar. Canarias posee 500 especies exclusivas, entre las que destacan los taginastes, siemprevivas, vejeques, veroles, cerrajas, lechugones

Algunos de estos endemismos (más de 200) pueden hallarse en todas o en varias de las islas, como el cardón, el pino canario y la palmera. O bien se encuentran en una sola isla (endemismos insulares). Tenerife posee más de 100, Gran Canaria unos 90, La Palma 40 y La Gomera 30, mientras que en El Hierro, Lanzarote y Fuerteventura existen unos 15 endemismos en cada una de las islas.

La repartición de la flora no está de acuerdo a la superficie que ocupan las islas, sino a su mayor o menor antigüedad y a sus diferentes relieves. Esto último permite la existencia de condiciones climatológicas variadas que inciden en una mayor riqueza florística.

También hay que tener en cuenta que buena parte de la vegetación de las islas está constituida por especies introducidas, las cuales han influido notablemente en la repartición de las que ya existían, pues algunas se desarrollaron tan bien que desplazaron a las originales.

Tanto en el periodo aborigen, como tras la colonización, diversos árboles y plantas de pequeño porte han sido utilizados por los isleños de diversas formas. En  la arquitectura, la medicina natural, o incluso como alimento los primeros pobladores. El consumo de los frutos del mocán, del madroño o de la faya era común entre los guanches. Pero quizás el recurso vegetal natural más empleado  ha sido el de la madera, especialmente la proveniente del pino. La extracción de madera para construcciones rurales y urbanas, para fabricación de muebles y embarcaciones o para uso como combustible, en viviendas o ingenios azucareros, llegó a arrasar por completo extensas áreas de bosques, especialmente en Gran Canaria.

El consumo de los frutos del madroño era habitual entre los guanches. (AMAPCIT)

Otra de las plantas que ha marcado un hito en la historia del Archipiélago constituyendo un auténtico comercio siglos atrás,  es  el caso de la orchilla. Un liquen que vive en las zonas costeras de las islas, y que era utilizado para teñir tejidos antes de que se descubrieran los colorantes artificiales.

La característica principal de la flora y vegetación del Archipiélago es su distribución por pisos altitudinales. El factor más determinante en esta distribución son las condiciones climáticas. También hay que tener en cuenta la incidencia en el reparto de la altitud y la orientación del relieve, así como el grado de antropización de cada una de las islas. Los pisos de vegetación no aparecen por igual en todas a consecuencia del distinto desarrollo altitudinal de cada una de las islas. En las que son relativamente llanas, como Lanzarote y Fuerteventura, las formaciones vegetales principales corresponderán a los pisos inferiores, mientras que en Tenerife o La Palma se desarrollarán matorrales de alta montaña.

Un primer piso de vegetación es el conocido como zona baja o de matorral costero. Se extiende entre  0-400 m de altitud, y está influenciado por la proximidad del mar. Está compuesto por vegetación psammófila, propia de las zonas arenosas, comunidades de plantas halófilas, entre las que destacan endemismos canarios como las siemprevivas (Lymonium pectinatum, L. fructicans, L. macrophylum, etc.) o el salado (Schizogyne sericea), y por la formación del cardonal-tabaibal, que es sin duda  la más característica del piso costero. Esta formación se encuentra presente en todas las islas, y las especies más comunes obviamente son el cardón (Euphorbia canariensis) y la tabaiba (Euphorbia balsamifera, E. regis-jubae, etc.), aunque conviven con otras especies como el verode (Kleinia neriifolia), el balo (Plocama pendula), el cardoncillo (Ceropegia fusca) o la aulaga (Launaea arborescens).

Posteriormente nos encontramos con la zona de bosque termófilo. Se caracteriza fundamentalmente por su carácter de transición entre el piso costero y el piso superior de la laurisilva y fayal-brezal. Este piso ha sido denominado también sabinar-palmeral, por ser dos de las principales especies que lo componen, aunque aparecen siempre acompañadas por otras, tanto herbáceas como arbustivas. Entre ellas destaca el drago (Dracaena drago), el sauce (Salix canariensis), y el acebuche (Olea europaea).

A media que subimos en altitud, por encima de los 600 metros, y principalmente en las fachadas de las islas más montañosas orientadas a los vientos alisios, nos encontramos la zona de bosque de monteverde. Está constituido por  la laurisilva, posiblemente una de las formaciones arbóreas más conocidas de Canarias. En los bosques de laurilsilva predominan las especies de gran porte, con hojas de tipo lauroide, y abundantes helechos y musgos.  El área de estos montes es muy reducida, especialmente en Gran Canaria (Los Tiles de Moya). En las islas occidentales se hallan algunos reductos poco alterados en el Monte de El Cedro (La Gomera), Anaga y Teno (Tenerife), y varios puntos del norte de La Palma, siendo el más importante el Barranco de Los Tilos o del Agua. En general, las cotas máximas alcanzadas corresponde a los 1.200-1.500 m, en donde la laurisilva es sustituida, es sustituida en muchos puntos, por el fayal-brezal. Esta formación puede ser consecuencia de la tala de los bosques de laurisilva o bien una vegetación natural de transición hacia los pinares. El bosque está caracterizado por la abundancia de brezos (Erica arborea), y fayas (Myrica faya).

Por encima de los 1.300-1.500 m de altitud en la fachada norte de las islas, y los 500-600 m en la vertiente sur, bajo la influencia de los vientos secos, pobres en humedad, sin posibilidad del desarrollo del monteverde, aparece el bosque de pinos. Los pinares ocupan una gran extensión, coronan las islas más montañosas (Tenerife, La Palma y Gran Canaria), con una presencia significativa en la isla de El Hierro y puntualmente, de forma relicta, en La Gomera. El pino canario (Pinus canariensis), gracias a sus cualidades para adaptarse a situaciones adversas, ha jugado un papel importante en la colonización de los terrenos arrasados por los volcanes, siempre que se hallen dentro de su área potencial (400-2.000 m).

En las zonas altas de Tenerife y La Palma, por encima de los 2.000 m de altitud, se desarrolla un tipo de vegetación que posee un alto grado de endemismos como consecuencia de las condiciones ambientales que allí se desarrollan. La zona de matorral de cumbre o de alta montaña posee especies adaptadas a bruscos cambios de temperaturas, a una fuerte insolación, a intensos vientos y que en ciertos períodos del invierno llegan a soportar nevadas. Las especies más características son las retamas del Teide (Spartocytisus supranubius), y el codeso (Adenocarpus viscosus).

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