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  14. CANARIAS EN EL SIGLO XIX    
 
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Organización y Evolución Política

DATOS DE ENMARQUE

Los Reyes y Gobiernos españoles en el siglo XIX: Carlos IV (1788). Un año después de su coronación, surge en Francia la Revolución Francesa, aboliendo la monarquía y proclamando la libertad e igualdad de los ciudadanos. Carlos IV delega su poder en su ministro Godoy. Éste se alió con los franceses (Tratado de San Ildefonso, 1796) y dio paso libre a las tropas napoleónicas, provocando el Motín de Aranjuez, viéndose forzado el rey a abdicar en su hijo Fernando VII (1808). El 2 de mayo de 1808, el pueblo madrileño inicia la Guerra de la Independencia. José Bonaparte, hermano de Napoleón, gobierna entre tanto (1808-1813). En ese período, en 1812, se establecen las Cortes de Cádiz para una nueva Constitución, quedando dividida la población entre constitucionalistas o liberales y absolutistas o tradicionales. A partir de entonces, gobierna Fernando VII el Deseado (1813), de estilo absolutista, con el descontento de los liberales y con la progresiva emancipación de los países americanos. Lo sucede su hija Isabel II (1833). Se desarrollan las Guerras Carlistas y aparecen nuevos partidos liberales, hasta que tiene lugar la Revolución y Gobierno Provisional Serrano-Prim (1868), de tendencia liberal. Se erige como rey constituyente Amadeo I de Saboya (1870). Pronto abdica y se establece la Primera República (1873). Ante la situación caótica, vuelve la monarquía con Alfonso XII (1874). Al morir, se estableció la regencia de María Cristina (1886), madre de Alfonso XIII (1902).

Durante el siglo XIX, Canarias vive los vaivenes políticos que se dan en el Gobierno de España. La Guerra de la Independencia marca el comienzo histórico del siglo XIX. En las Islas, la constante lucha entre las fuerzas políticas liberales y conservadoras vendrá acompañada por la estéril rivalidad entre Gran Canaria y Tenerife por hacerse con la capitalidad y con la hegemonía del Archipiélago.

La Guerra de Independencia

La distancia a la Península y la lentitud de los transportes hacían que las noticias de los acontecimientos políticos llegasen a las Islas con grandes retrasos .

José Bonaparte, hermano de Napoleón, gobernó en España  entre 1808-1813. En este periodo se establecen las Cortes de Cádiz. (www.fundaciondosdemayo.es)

Casa‑Cagigal, comandante general de Canarias, tenía noticias de los sucesos de la Península (invasión napoleónica y levantamiento del pueblo de Madrid), pero quería esperar instrucciones oficiales para obrar en consecuencia. Además, opinaba que en aquellos momentos de incertidumbre era también la Audiencia la que tenía que decidir.

Esta fase de titubeos por parte de Casa‑Cagigal fue aprovechada por su segundo en el mando militar, el coronel O’Donnell, y otros liberales laguneros, para acusarlo de afrancesado y obligarlo a convocar el Cabildo de Tenerife. De esta forma se constituye la Junta Suprema de Canarias, presidida por el Marqués de Villanueva del Prado.

Los demás cabildos insulares se someten a los dictados de la Junta lagunera, enviando representantes, pero el cabildo grancanario se niega a reconocer validez a la Suprema por no haberse convocado a todos los cabildos y se constituye por su cuenta en Cabildo Permanente.

En 1809, enterada la Junta de Sevilla de esta división interinsular, envía delegados para poner fin a estas disensiones, cometido que consiguen al quedar disueltos ambos organismos, el tinerfeño y el grancanario.
Tanto la Junta Suprema de La Laguna como el Cabildo de Las Palmas dieron muestras de patriotismo, pero la forma de convocar la Junta Suprema dio origen a la secular rivalidad interinsular.

Durante la guerra, Canarias envió algunos batallones para la lucha contra el invasor francés, al mismo tiempo que un fuerte contingente de prisioneros franceses son instalados en las islas (prisioneros de la batalla de Bailén).

La Junta Suprema, constituida en la ciudad de La Laguna, asumió los poderes del Archipiélago, exceptuando Gran Canaria que convocó su cabildo, ante los momento de incertidumbre que se vivían en España con la Guerra de la Independencia.  (DL)

Las Cortes de Cádiz y sus efectos en las Islas

En 1812 se aprueba la Constitución de Cádiz, a cuyas sesiones acudieron los diputados por Canarias, Ruiz de Padrón, Gordillo, Key Muñoz y Llarena, donde tuvieron una destacada actuación.

En estas Cortes se abordaron temas tan importantes para las Islas como la disolución de los señoríos (desaparecen en 1837), el reparto de los terrenos baldíos entre los campesinos, la no exclusión de los canarios de empleos y cargos en el Archipiélago, etc.

Pero el hecho que acarrearía más polémica fue la creación de una provincia en Canarias con capital en Santa Cruz de Tenerife, decisión parlamentaria que encontró la más viva oposición en el diputado por Gran Canaria, que aspiraba a lograr la capitalidad para su isla.

Periodo de 1814‑1820

Durante el Reinado de Fernando VII, Tenerife recibe un trato de favor, gracias a la influencia que su confesor, el  tinerfeño Bencomo, ejercía sobre el monarca.

Al regresar a España Fernando VlI «El Deseado», instauró el absolutismo monárquico, ignorando y persiguiendo todo lo que había salido de las Cortes de Cádiz, por lo que las Islas vuelven a su antiguo estado político. En estos años Tenerife recibe del rey un trato de favor, sin duda por la influencia que en él ejercía su confesor, el tinerfeño Bencomo. Así, por medio de una Real Cédula de 1816, se fundó, en La Laguna, la Universidad de San Fernando. Ésta estuvo compuesta por doce cátedras, desempeñadas por isleños eruditos (una de Humanidades, dos de Teología, Tres de Filosofía y Seis de Derecho Civil y Canónico). Luego, en 1819, se crea el Obispado de Tenerife, o Diócesis Nivariense, pues hasta ese momento sólo existía la Diócesis Canariense, con sede en Las Palmas.

El trienio liberal

El triunfo liberal de 1820 restablece la Constitución de 1812; en consecuencia se produce una remoción de personas en los cargos de la Diputación Provincial, organismo creado en las Cortes de Cádiz, y de los Ayuntamientos insulares.

Las Cortes de 1823 confirman a Santa Cruz de Tenerife como capital de la provincia canaria. La capitalidad recayó en esta población por varias razones:

  1. Aquí residían los comandantes generales.

  2. Santa Cruz era el centro de un importante grupo liberal, muy influyente en las etapas constitucionales del siglo.

  3. Este puerto se había erigido en puerto de depósito en el tráfico americano y superaba ya a La Laguna en población y actividad comercial.

En este trienio surgen: la figura del Jefe político de la provincia, luego llamado gobernador civil, el intendente, que ha vuelto a nacer como cargo separado de la comandancia general, y los propios comandantes, que se limitan al ejercicio de las armas.

También, por estos años, se crean partidos judiciales en La Laguna, La Orotava, Icod, Granadilla, Las Palmas, Telde, Guía, Los Llanos, Santa Cruz de La Palma y uno por cada isla restante.

En el aspecto social aparecen en la vida pública canaria las sociedades masónicas de estilo liberal, con enorme influencia en los asuntos políticos isleños. Sus oponentes fueron las sociedades filómatas, de tipo conservador.

LAS SOCIEDADES MASÓNICAS EN CANARIAS

El concepto de masonería estuvo asociado con el de misterio, con tramas e, incluso, con intencionalidades perniciosas. Sin embargo, la base de sus ideales está en la libertad, la igualdad y la fraternidad. Las sociedades masónicas se establecen en Canarias en 1816, mostrando grandes influencias francesas. En 1817, en la recién inaugurada Universidad de San Fernando, se crea un círculo de debate. En 1823 se clausura la Universidad, pero este cierre no acaba con tal movimiento, ya que su ideología se seguiría difundiendo mediante folletos. La nueva apertura de la Universidad en 1825 permite a los estudiantes crear El Zurriago, periódico clandestino con el que se atacará fuertemente a los personajes e instituciones de la época.

Será a partir de 1870 cuando la masonería se establezca con ciertos criterios organizativos a través de tres logias: la Teidenúmero 53 y Fe masónica número 91, en Santa Cruz de Tenerife, y la Afortunada número 36, en Las Palmas de Gran Canaria.

Frontispicio del antiguo templo masónico en la calle San Lucas de Santa Cruz de Tenerife. (JD)

Periodo de 1823‑1832

Se restablece el absolutismo fernandino y el antiguo régimen político. Se producen en las Islas depuraciones («purificaciones») en los cargos públicos. Pasa por la comandancia general el grancanario Francisco Tomás Morales, que, al igual que el tinerfeño Domingo Monteverde, había mandado un ejército para sofocar los levantamientos independentistas de las ya ex-colonias americanas.

Reinado isabelino

Durante el reinado de Isabel II, en las Islas, se asiste a una lucha más enconada entre Tenerife y Gran Canaria, pues en 1833 salía un decreto que declaraba a Santa Cruz como capital de la provincia. A partir de este momento, Gran Canaria opta por la división provincial y abandona sus sueños por la capitalidad.

Durante el Reinado de Isabel II, en 1833,  se produce la división provincial del Archipiélago.

Hacia 1836, con motivo de las elecciones a Cortes, brotan pequeños grupos revolucionarios que tratan de alterar el orden en la calle. Por estos años las opiniones ideológicas habían cristalizado en organizaciones políticas , aunque sin llegar a lo que hoy conocemos por partidos políticos.

En 1852, un real decreto dividió la provincia en dos distritos económicos y administrativos, uno en Santa Cruz y otro en Las Palmas, si bien la capital de la provincia continuaba en la ciudad tinerfeña. Esta división duró hasta 1854 en que la provincia volvió a reunirse en una sola administración .

En el mismo año de 1852 ocupaba la Presidencia del Gobierno, Bravo Murillo, que decretó la importante Ley de Puertos Francos .

Las Islas en esta segunda mitad de siglo, son escogidas como lugar de deportación de personas que al Gobierno Central interesaba alejar de la Península.

La Gloriosa: etapa revolucionaria

En 1868 un grupo de generales pone fin a la monarquía de Isabel II y se forma un gobierno provisional que nombra gobernador civil de Canarias a Camilo Benítez, quien reprimió duramente al partido republicano de las Islas. Al proclamarse la República en 1873 este gobernador cesa y es despedido en Santa Cruz con una descomunal silba.

Durante la República, ocupa el Gobierno Civil Miguel Villalba Hervás y el subgobierno de Las Palmas José María Pulido. Los diputados a Cortes se comprometieron bajo la tutela del canario  Nicolás Estévanez, Ministro de la Guerra, a crear dos Subestados o cantones en Canarias, proyecto que no llegó a cuajar.

NICOLÁS ESTÉVANEZ Y MURPHY

Nicolás Estévanez y Murphy nació en Las Palmas de Gran Canaria hacia el año de 1838, aunque su residencia habitual la tenía en Santa Cruz de Tenerife. Como militar participó en la Guerra de África (1859-60) donde consiguió la Cruz Laureada de San Fernando.

En 1873, durante la Primera República, es nombrado Gobernador Civil de Madrid y, poco después, Ministro de la Guerra. Con la disolución de la República, Estévanez se exilió voluntariamente, primero en Portugal y después en París, donde murió en 1914.

Nicolás Estévanez destacó por su acendrado espíritu liberal y republicano. Fue un incansable viajero y manifestó siempre un sentido amor a sus Islas Canarias, a las que añoraba. Su concepto de patria isleña era más amplio que una isla en particular. Quería una Canarias autónoma dentro de una república federal ibérica, identificándose con las ideas federalistas del catalán Pi y Margall. Rechazaba el insularismo y el propio pleito insular. Pretendía crear dos subastados o cantones en Canarias, proyecto que no llegó a cuajar.

La restauración borbónica

Con la restauración de la dinastía borbónica en la persona de Alfonso Xll, la gobernación de las Islas pasa a ser ocupada por el tinerfeño Vicente Clavijo, que prohibió toda manifestación político‑cultural. Es la época en que ocupa la comandancia el General Weyler, artífice de los palacios militares de Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas. Durante su mando las Islas se unieron a la Península por cable telegráfico.

En este último tercio de siglo, destaca la personalidad política de Fernando León y Castillo, que ocupó la cartera de Ultramar con el Duque de la Torre como presidente del Gobierno.

León y Castillo creó su propio partido en Canarias y Pérez Zamora, en Tenerife, siguió sus mismos postulados políticos. El político grancanario impulsó la construcción de un puerto de refugio en el Puerto de la Luz, que llegó a ser el primero en tráfico de buques, suponiendo un factor decisivo para el desarrollo de Gran Canaria.

Fernando León y Castillo. Personaje relevante de de la política canaria durante la Restauración Borbónica. (FEDAC/Cabildo de Gran Canaria)

FERNANDO LEÓN Y CASTILLO

Fernando León y Castillo, I Marqués de Muni, nació en Telde. Diputado por Guía, participó activamente en la política nacional durante gran parte del período de la Restauración. Desempeñó la cartera del Ministerio de Ultramar en el gabinete formado por el Duque de la Torre. Posteriormente ocupó otros cargos, como el de embajador de España en París y de senador en el Parlamento español.

León y Castillo, hombre muy influyente en el Madrid de su tiempo, trató siempre de engrandecer a su isla natal. Entre sus logros más notables cabe señalar la construcción del Puerto de La Luz (1881), conseguir que los barcos-correo hicieran escala en él y la creación de un lazareto en Gando.

Por lo demás, fiel a la costumbre de su época, repartía los cargos públicos en las Islas entre familiares y miembros de su camarilla política. Murió en 1918.

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